TRASFONDO
Julio Zenón Flores
En Guerrero
urge un gobernador.
Quienes
teníamos la esperanza de que con algunos meses de fogueo el académico Rogelio
Ortega Martínez asumiera como tal, nos hemos llevado tremenda decepción. Sus
compañeros del Instituto Internacional de Estudios Políticos Avanzados “Ignacio
Manuel Altamirano”, han comenzado a pedir que se regrese al plantel, para no
seguir dando la impresión pública de que la teoría política que ahí se enseña
no sirve en la práctica para gobernar un estado como Guerrero.
Hoy se cumplen
cuatro meses de su ungimiento como gobernador, en la creencia de que unía y de
que incluso no se contraponía con el gobernador saliente, el ahora con un pie
en la cárcel Ángel Aguirre Rivero; hoy son cuatro meses de que el ex gobernador
dijera que sí a Ortega Martínez, de que Rosario Robles Berlanga y el presidente
Enrique Peña Nieto, junto al perredista Carlos Navarrete, dijeran también que
sí, ante la negativa del rector Javier Saldaña, para tratar de emular lo
realizado en Michoacán, donde el rector de la Universidad Nicolaita, Salvador
Jara Guerrero, ha hecho tan buen papel, al grado de que ya se retiró el
comisionado federal.
Y a cuatro
meses se puede decir que se han cometido errores garrafales que han empeorado
la situación política de la entidad, han disminuido los índices de la
gobernanza, han dejado al garete a la población, ha crecido la presencia de
policías metaconstitucionales, en cada vez más municipios, han surgido
conflictos violentos entre los propios pobladores y se ha puesto en mayor
riesgo, hoy más que nunca, la realización de las elecciones de junio del 2015.
En resumen se
puede decir que las dos cosas que se le encargaron al gobernador no se han
garantizado: ni recuperar la gobernabilidad ni garantizar las elecciones.
La ausencia de
gobierno fue la que dio pie a las acciones cada vez más envalentadas y
radicales; los llamados a la población a enfrentar a los radicales, crearon un
ambiente de odio y, finalmente, desembocó en una represión más a los maestros
con la argumentación de que “rebasaron los límites de la tolerancia”, que sólo
puede traer más acciones radicales.
Por lo pronto
ya se bloquean las principales carreteras del estado, ya se empezaron a
levantar algunas barricadas en la capital del estado y se espera un mayor nivel
de radicalización. Nadie garantiza ahora mismo la seguridad del personal
electoral, como lo dijo el INE, particularmente en tres distritos electorales,
lo que rebasa el 20 por ciento necesario para anular una elección.
Mientras
tanto, las crónicas dan cuenta de un gobernador que se pasea en eventos
sociales, dando la idea de un personaje frívolo; lo ubican usando en exceso el
helicóptero oficial, descansando, también en exceso en Casa Acapulco, y ganándose
el mote de “Rogelio Pachangas”, según algunos médicos del sector Salud.
El más
preocupado con esta situación es el presidente de la República, Enrique Peña
Nieto, pues lo que ocurre en Guerrero le sigue poniendo en la picota
internacional, pues por ejemplo, el desalojo en el aeropuerto, donde murió un
maestro, fue enteramente responsabilidad, por acción, del gobierno federal,
aunque por omisión lo sea también del gobierno estatal. Tan preocupado está el
gobierno federal que ya ni lo invitan a los eventos de las dependencias
federales, lo han dejado solo, sin dinero, porque ni el presupuesto le bajan,
al grado de que gente cercanísima de su equipo se queja de que a veces no
tienen ni para los alimentos, mientras en cambio, se han soltado también los escándalos
por supuestas postulaciones de sus funcionarios para compra de lujosos
inmuebles en Acapulco y otras ciudades.
Quienes
tuvimos la esperanza de que la teoría aprovecharía esta gran oportunidad que le
dio la coyuntura para demostrar en la praxis su valor científico, nos
preguntamos, no sin una profunda tristeza DONDE ESTÁ EL GOBERNADOR, DONDE EL
ROGELIO ORTEGA ECHADO PARA ADELANTE, QUE CONOCIMOS EN LA UAGRO. ¿Dónde, dónde?
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