TRASFONDO
Por Julio Zenón Flores
Guerrero vive momentos angustiosos, pero como se ven las
cosas, lo peor aún está por llegar. Más de medio millar de muertes en medio año
en este estado considerado uno de los más violentos del mundo, aún comparándolo
con pequeños países en guerra, dan cuenta de que 2015 es quizás igual o peor
que el 2011, año en que la entidad ocupó grandes titulares en la prensa
internacional debido a que un racimo de 15 cuerpos de jóvenes decapitados fue
arrojado en plaza comercial Sendero en la zona suburbana de Acapulco, sumando
sólo ese día 28 cadáveres.
Este año no hemos tenido esas cantidades fatales, ni los
casi 30 desaparecidos michoacanos que fueron “levantados” en el fraccionamiento
Costa Azul, ni los 43 estudiantes desaparecidos el 26 de septiembre del año
pasado, pero en los últimos días, hay una cifra persistente y consistente de
muertos, cada día con un promedio de entre cinco y ocho, incluyendo
precandidatos, candidatos y hasta ex funcionarios.
Ese fenómeno, que el gobierno asegura es por ajustes de
cuentas entre bandas del crimen organizado que se disputan el territorio, no
puede considerarse separado de la otra violencia, la que ocurre entre
organizaciones sociales que disputan territorio, por ejemplo para transportes,
como lo ocurrido en Chilpancingo entre lunes y martes de esta semana, o la que
ejercen policías comunitarias que se enfrentan por sus querellas internas en
diversos municipios y que también disputan territorio, como en Tierra Colorada
y Acapulco (tramo Xaltianguis-Kilómetro 30), y la violencia que ocurre entre
las organizaciones magisteriales y normalistas, contra el gobierno o contra
sus propios compañeros que no comparten sus
consignas, y entre organizaciones sociales como el MPG contra la sociedad, por
ejemplo los asaltos a carros proveedores de mercancías o directamente a las
tiendas de conveniencia.
Menos aún puede desligarse de la violencia ejercida
directamente contra la sociedad en forma de extorsiones, cobro de piso,
secuestro, asaltos, robos, etcétera, que mucha de ella viene desde la
delincuencia organizada aunque una parte también tenga que ver con la
delincuencia común.
El hecho es que Guerrero enfrenta una tremenda ola de
violencia que golpea a la sociedad, sin que haya una autoridad que se proponga
ponerle freno y la verdad ominosa es que tampoco sabemos hasta donde y de qué
manera todos estos tipos de violencia, en realidad están vinculados entre sí.
Lo que sí sabemos es que luchadores sociales como Bertoldo
Martínez Cruz han señalado recientemente que ven venir un estallido social y
sabemos también que la falta de autoridad gubernamental ha generado un hueco
que ha llenado la ira de la población indefensa, que ve como camino armarse. De
eso se deriva que decenas de comunidades estén a la expectativa, hartos del
vacío de autoridad y armados ya, como a la espera de que alguien les diga
“vámonos a la revolución” y los convenza, don carisma o como sea, y Guerrero
entrará en un movimiento de dimensiones incalculables.
En ese contexto me parece pertinente recordar lo que
Martínez Cruz dijo al portal electrónico Sin embargo, en una entrevista
reciente, de lo que había platicado con Joaquín Guzmán Loera, El Chapo (Cuando ambos estuvieron presos en el penal de Puente Grande, de donde el jefe criminal se fugó en 2011), quien
según la entrevista dijo (El Chapo) “En lugar de estar aquí, encerrado, mejor
me hubiera ido a la sierra con ustedes y les hubiera financiado” y lo que se
dice líneas abajo es más excitante aún: También me pidió (El Chapo) que cuando
él saliera, yo le recogiera. Entendí que me quería armado… “Gente que tira
plomazos, tengo a montones, pero no tengo el poder que tú tienes, el del
prestigio. Voy a salir siendo amigo de Bertoldo Martínez”, me dijo.
Así las cosas, ¿se puede imaginar el lector una alianza
entre el poder económico del Chapo y la capacidad de movilización de las
organizaciones sociales de Guerrero, junto al hartazgo de muchas comunidades?
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